sábado, 11 de mayo de 2013

Buena madre y buena esposa


Una de las consecuencias más catastróficas del Franquismo fue el fuerte retroceso que sufrieron los derechos de la mujer, sobre todo si tenemos en cuenta que durante la efímera IIª República se había alcanzado, por primera vez, la equiparación legal entre mujeres y hombres en casi todos los aspectos.
El Franquismo relegó a la mujer a la condición de ciudadano de segunda, a la que reservó las tareas domésticas y alejó de la vida pública, cuya esfera estaba reservada para el varón.
La visión franquista de la mujer estaba totalmente mediatizada por el modelo patriarcal imperante: la mujer debía recluirse en el hogar, ser casta, sumisa, obediente y complaciente; no debía meterse en temas serios (de hombres) ni trabajar fuera de casa excepto en trabajos para señoritas (esencialmente trabajos de asistente, secretaria, enfermera, etc.) hasta que se casaran; tampoco podían ser titulares de una cuenta bancaria en solitario, ni salir al extranjero sin permiso del padre o del marido.
La ley era totalmente asimétrica: la mujer debía tolerar estoicamente todo tipo de abuso en el matrimonio, ya que si abandonaba el hogar podía ser condenada a fuertes penas de cárcel; y si era sorprendida en adulterio podía ser asesinada por su marido sin ninguna consecuencia para éste, mientras que si el adúltero era el marido, un intento de abandono o de agresión por parte de la mujer era penado con cárcel para ella.
Toda mujer que no aceptara el papel impuesto por el régimen corría el riesgo de ser excluida socialmente, ya que, por ejemplo, al no concebirse el sexo antes del matrimonio, cualquier mujer que perdiera su virginidad antes de la boda entraba en una categoría cercana a la de buscona o prostituta, a la que cualquier hombre podía tratar como tal.
La lista de agravios para la mujer era casi de nunca acabar. Durante casi 40 años de dictadura tanto los instrumentos propios del Movimiento, como la Sección Femenina de Falange, así como la Iglesia Católica, que era parte integrante del régimen, se encargaron de inculcar a machamartillo los valores de una versión del catolicismo reaccionaria y machista, donde los modelos a imitar eran Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús, abnegadas, devotas y castas. La Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de Falange, se encargaba del adoctrinamiento ideológico de las señoritas, sobre todo de aquellas que aspiraban a un puesto en la administración o el funcionariado, como secretarias o maestras, cuya afiliación era obligatoria.
Un ejemplo de un lindo manual para la buena esposa se puede encontrar aquí, o pinchando sobre las imágenes, que son parte de dicho manual, donde se enseñaban las reglas de oro para hacer felices a los esforzados maridos. También en esta dirección de slideshare se puede encontrar una florida colección de instrucciones sobre cómo actuar con el marido, algunas curiosísimas, sobre todo las referentes a cómo actuar en la cama.
“Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho”.
Y en Medina, la revista de la Sección Femenina, se podía leer el 13 de agosto de 1944:
“La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse”.
Hay un proverbio que dice que los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla. Hubo un tiempo en el que se trató a la mujer como florero y como felpudo. Está en nuestra mano que no ocurra nunca más.

P.D.: De postre se puede visitar esta página, donde se muestran algunos de los estereotipos que en 1961 se tenían en  nuestro país sobre la masculinidad y la feminidad.