jueves, 22 de diciembre de 2011

¿Feliz Navidad...o Feliz Solsticio de Invierno?

Tríptico Portarini, de Hugo van der Goes, obra maestra del gótico flamenco, donde se aprecia una Natividad y unos donantes junto a sus santos patrones.
Vimos en Historia de España cómo en el Concilio de Nicea, más de 300 años años después del nacimiento de Cristo, se tomaron algunas decisiones de importancia capital para la historia occidental.
Por ejemplo, se decidió algo tan transcendental como que Cristo era Dios mismo, de la misma naturaleza que el Padre.
Pero también se decidieron otras cosillas muchos siglos después de que Cristo paseara por la maltratada patria de los palestinos, como el propio cumple de Cristo, o sea, el día de su nacimiento (la Navidad).
De hecho, en ninguna parte de los cuatro Evangelios aceptados por la Iglesia Católica (los del Tetramorfos, ya sabéis), ni en los no aceptados (como en el de Santiago o el de Tomás), aparece la fecha del cumpleaños de Cristo. Ni siquiera se sabe el año exacto de su nacimiento, y se especula que Jesucristo nacería cinco o seis años antes de Cristo, ya que Dionisio el Exiguo, el monje rumano creador de la llamada Era Cristiana, se equivocó en el cálculo.
Hasta el año 350 de nuestra era no se había determinado la fecha de la Navidad, pero el papa Julio I estableció como fecha el 25 de diciembre, algo que se mantiene hoy en día. Pero la controversia no acaba ahí, ya que en los países ortodoxos del Este de Europa lo común era celebrar la Navidad (o sea, el nacimiento de Cristo) el día 7 de enero, coincidiendo con la Epifanía (o sea, el día de los Reyes Magos), porque tienen en cuenta el calendario Juliano, que tiene un desfase de unos diez días respecto al gregoriano.
¿Y por qué el bueno de Julio I querría cambiar el cumple de Cristo? Pues por razones de oportunismo. Desde fechas inmemoriales se venía celebrando el Solsticio de Invierno, es decir, el momento del año en que los días se empiezan a alargar con respecto a la noche, o sea, el triunfo del Sol.

Los romanos, precisamente, celebraban esa fiesta después de una semana de juerga (las Saturnalia, una especie de mezcla entre carnaval, desenfreno sexual y botellón). Es fácil entender cómo una fiesta en la que la gente cometía todo tipo de excesos contra la moral asumida por los cristianos no fuera del agrado de éstos, pero también es fácil entender que una fiesta así es muy difícil de erradicar. Además, el culto a Mitra, que estaba muy difundido entre el ejército romano, celebraba también su día grande en esa fecha.

Así que pensaron: si no puedes con ellos, únete a ellos. Declararon que el día del Sol Invictus era el día del nacimiento de Cristo, el auténtico Sol Invicto, de modo que poco a poco la gente fuera asociando la fecha al cristianismo.
¡Y vaya si lo consiguieron!