miércoles, 27 de abril de 2011

Las grullas de Sadako Sasaki

Alba Escalante, de 2ºC, nos ha enviado este artículo para compartir con toda la comunidad educativa de la Escuela. Espero que os guste.
Dado que este año por fin podremos ver algo de la Segunda Guerra Mundial, me gustaría hacer un aporte respecto a un poema que se convirtió en todo un símbolo ruso.
Antes que nada, he de explicar la figura de Sadako Sasaki, una gran influencia en el daguestaní Rasul Gamzatov (poeta en cuestión y punto central de esta información).
Sadako Sasaki era una niña japonesa que estuvo a una milla dela zona 0 de la explosión en Hiroshima, con apenas 2 añitos; nueve años después empezó a mostrar enfermedades a causa de esa radiactividad (como bultos en el cuello y detrás de las orejas, manchas púrpuras en las piernas, leucemia), y con la edad de 12 años fue ingresada en el hospital. Sadako tenía la ilusión de conseguir hacer 1000 grullas (o cigüeñas) de origami (papiroflexia) antes de fallecer (dado que según una leyenda de la cultura japonesa dice que si consigues doblar 1000 grullas, se te concede un deseo). Hacía grullas con todo tipo de papeles, ya fuesen envoltorios de regalo, de medicamentos, papel usado o nuevo. Falleció ocho meses después, algunos dicen que acabó por hacerlas todas, otros que murió habiendo hecho 622 grullas y sus compañeros del colegio la ayudaron acabando de hacer las mil grullas.
Rasul al ver el monumento de Sadako Sasaki y el Parque en Memoria de la Paz de Hiroshima se impresionó muchísimo, a pesar de que llevaba desde hace algunos meses pensando en las grullas de Sadako, por lo que decidió escribir un poema, escrito originalmente en ávaro (una lengua del norte del Cáucaso) y que se hizo famoso gracias a la traducción rusa de otro poeta llamado Naum Grebnyov
Esta traducción se publicó en una revista, llamando la atención de un cantante y actor ruso Mark Bernes (también llamado el Frank Sinatra Ruso), el cual pidió al compositor ruso Yan Frenkel que compusiese la música. Cuando este la tuvo lista, Bernes se echó a llorar al escucharla porque se sentía muy identificado con ella (especialmente con el tercer párrafo, dado que estaba enfermo de cáncer).
Mark Bernes estrenó esta canción en 1969, una semana antes de morir.
Tanta importancia ha tenido esta canción que se canta en los homenajes a las personas caídas pertenecientes a la ex-Unión Soviética por la Segunda Guerra Mundial:
Cabe destacar, que murió el 14% de la población soviética total (26'2 millones de personas que habitaban en la URSS).
Para haceros una idea, en la Alemania Nazi murieron el 10'5%, en China el 2'9%, en Japón un 3'8%, en Francia un 1'4%, Italia 1%, en Reino Unido 0'9% y en EE.UU un 0'3%.
Otros de los países que superaron el 10% de muertes fueron: Polonia con 16'7%, la República de Nauru con un 14'7%, Lituania con un 13'7%, Letonia con un 11'4% y Timor Portugués (actual Timor Oriental) con un 11%.
De los 26'2 millones Rusia sólo perdió a 14 de esos millones, por lo que más que un himno ruso, se considera un himno soviético.
A continuación dejo algunos vídeos y la traducción de la canción, la cual se conoce como Zhuravli/las grullas blancas/las grullas están volando 
(este enlace, hace homenaje a las mujeres que sirvieron en combate en la Segunda Guerra Mundial ; interpretada por el barítono Dmitri Khvorostovsky junto con la Orquesta de Cámara de Moscú)
(este enlace hace referencia al significado de la canción, a los caídos en la Segunda Guerra Mundial; cantada por Mark Bernes (en mi opinión le da un toque más bonito que Dmitri Khvorostovsky)
(este enlace es una interpretación por el grupo femenino Serebro, el cual quedó en tercer puesto representando a Rusia en el Festival de Eurovisión 2007)

Traducción:

A veces se puede ver a los soldados 
que no volvieron de los sangrientos campos de batalla 
cuando no fueron enterrados bajo tierra 
se convirtieron en grullas blancas... 

Esto ha pasado desde hace mucho tiempo, 
ellos han volado, y llamado, 
tal vez por eso nos ponemos tristes y silenciosos
tan a menudo mirando el cielo

Ellos vuelan y vuelan arriba en el cielo,
ellos vuelan desde la mañana al anochecer,
en su formación hay un espacio,
tal vez ese espacio es mio.

El día para que yo vuele vendrá,
para volar con estas grullas volando en el mismo cielo azul.
Llamar desde el cielo, en el lenguaje de los pájaros
el nombre de los seres amados que deje en la tierra. 
--------------------------

Siempre sacas a relucir la importancia de desde que parte del cristal se ven las cosas, así que me parecía cuanto menos curioso compartir esta con los demás.

sábado, 16 de abril de 2011

La conquista de la Democracia: Clara Campoamor y el voto de las mujeres

Aviso: este artículo tiene una importante errata. La primera persona de cada grupo que la descubra tendrá un 10 que se sumará al casillero de las actividades voluntarias. A por ello, que es gratis.
Durante toda la Historia de España, hasta bien entrado el siglo XX, la situación de la mujer era de clara subordinación al hombre.
A la mujer no se le permitía hacer nada sin el permiso del padre o del marido: no podía abrir cuentas bancarias, gestionar negocios, o, ni siquiera, asistir a clases a la Universidad. El papel de la mujer se reducía al de buena esposa y madre, encargada de las labores del hogar mientras que el hombre se encargaba de la vida social.
Sin embargo, ya desde el siglo XIX un puñado de jóvenes arrojadas habían sido capaces de alcanzar estudios universitarios. Uno de los primeros casos fue Concepción Arenal, que tuvo que llegar al extremo de tener que disfrazarse de hombre para poder asistir a clase.
Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la IIª República en España, la situación de la mujer era aún de clara discriminación. La política seguía siendo cosa de hombres y sólo algunas mujeres como la anarquista Lucía Sánchez Saornil, la marxista Margarita Nelken, o las republicanas Victoria Kent o Clara Campoamor  llegaron a hacerse un hueco en este mundo de hombres.
A pesar de que los partidos de izquierdas ejercieron una notable influencia a la hora de redactar la constitución de la República Española de 1931, introduciendo leyes progresistas como el derecho al divorcio o a que las mujeres pudieran ser elegidas diputadas, no recogió aún el derecho al voto por parte de las mujeres, a pesar de que importantes líderes políticos, como el socialista Indalecio Prieto, lo defendieron con ahinco.
Precisamente uno de los momentos estelares de la historia del sufragismo fue el debate del artículo 36 de la constitución que aprobaba el voto femenino.
En este debate se enfrentaron Clara Campoamor, que defendía la igualdad entre hombres y mujeres sin restricciones, y Victoria Kent, que pensaba como Clara, pero que creía que el voto femenino sería mediatizado por el clero y al final supondría una trampa para la República.
Tras apasionadas intervenciones, con argumentos de todo tipo a favor y en contra, se eliminó la última traba legal para la igualdad entre hombres y mujeres.
Por primera vez en España, las mujeres entraban por la puerta grande de la Historia de mano de la República.
Como predijo Victoria Kent, en las elecciones de 1933 la derecha ganó gracias, precisamente, al voto de las mujeres.  Sin embargo, gracias a Clara Campoamor y a su verbo incendiario, prevaleció la razón por encima de los intereses partidistas. Finalizamos esta entrada con una de las citas más famosas de Clara Campoamor, pronunciada en el transcurso del famoso debate (recogida de "El voto femenino y yo". Editorial Horas. Madrid, 2006, p. 107):

"Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar , a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras".

viernes, 1 de abril de 2011

La balsa de La Medusa

Hace unos años publiqué este artículo en una revista de mi pueblo. Hoy, en clase, viendo la pintura romántica francesa, me he acordado de él y por eso lo comparto con vosotr@s. Además, nos viene al pelo, por lo que está pasando en la isla italiana de Lampedusa. A veces me avergüenzo de ser europeo...
LA BALSA DE LA MEDUSA

 De entre las muchas obras cumbre del arte que se pueden admirar en el parisino Museo del Louvre destaca una de 1819 del pintor romántico Théodore Géricault titulada La balsa de La Medusa.
Esta enorme pintura, tanto por sus dimensiones (mide siete por cinco metros) como por su calidad pictórica, está basada en una truculenta historia que agitó la conciencia de la sociedad francesa de la época.
En 1816, tras la derrota de Napoleón y la restauración de los Borbones en el trono francés, una fragata, La Medusa, naufragó a unos 150 kilómetros de la costa del Senegal (en aquella época territorio galo). Como el total de los 400 navegantes no cabía en los botes salvavidas, el capitán decidió que éstos fueran ocupados según el rango de la tripulación, dando preferencia a oficiales y aristócratas. El resto, unas 150 personas entre marineros, sirvientes y soldados rasos, fue trasladado a una balsa construida con madera de la fragata que sería remolcada por los botes. Sin embargo, al poco tiempo, los aristócratas comprobaron que remolcar la balsa les entorpecía la marcha, así que decidieron cortar las amarras y abandonar la balsa a su suerte.
Los botes alcanzaron la costa sin dificultades, pero la balsa de La Medusa quedó a la deriva; sin víveres, sin remos, sin agua potable, pronto el hambre, la sed, la insolación y la enfermedad se enseñorearon de tan precaria embarcación durante 52 días, al cabo de los cuales sólo 15 tripulantes fueron rescatados con vida, de los que 5 murieron al poco tiempo. Los diez supervivientes difundieron por toda Francia los terribles hechos, relatando tanto el infame acto de los aristócratas de La Medusa como la serie de calamidades que ocurrieron a bordo de la balsa, donde se llegó al asesinato, la enajenación mental, el suicidio e incluso al canibalismo.
El conocimiento de tales noticias causó gran ira y revuelo en la población francesa, que vio en aquellos hechos la personalización de lo repugnante de quienes desprecian hasta el extremo la vida de aquellos a quienes consideran inferiores. El cuadro de Géricault provocó tal vergüenza entre la nobleza que un grupo de ellos intentó comprar el lienzo para destruirlo, aunque la famosa obra se salvó, paradójicamente, al ser adquirida por el propio rey para la colección real.
Aún hoy, casi 200 años después de aquellos hechos, nos sentimos conmovidos por esa historia. Sin embargo, por ironías del destino, en los últimos años no una sino cientos de balsas de La Medusa se dirigen desde el Senegal a las costas españolas cargadas de seres humanos desesperados, desfallecidos, en condiciones infrahumanas, muchos de ellos encontrando la más indigna de las muertes. Sin embargo, muy al contrario que los franceses de hace dos siglos, escuchamos cada día en el Telediario esas noticias sin inmutarnos, sin conmovernos, como si no se tratara de seres humanos.
Puede que no nos queramos parar a reflexionar que nosotros, los españoles del siglo XXI, quizás somos como aquellos aristócratas que, para salvar sus vidas, arrojaron a la muerte a decenas de personas que suponían un lastre para su marcha. De la misma manera, nosotros nos negamos a acoger a las personas que arriban a nuestras costas porque pensamos que supondrán un lastre para nuestra economía. No hace falta más que escuchar cualquier conversación en el bar, en la consulta del dentista o en el despacho del pan: la gente no piensa en estos seres desesperados como en seres humanos con tanta dignidad como nosotros mismos, sino que se queja de que ocuparán puestos de trabajo, acudirán al médico o supondrán un gasto para los servicios sociales. Ni siquiera nos paramos a pensar que quizás dichos emigrantes en realidad no nos vienen a robar nada, que vienen a ocupar los peores puestos de trabajo, que contribuyen al sostenimiento del sistema de pensiones o que dinamizarán nuestra economía gracias a su consumo, alquileres, compra de bienes, etc.
Lo que queremos es que nuestra riqueza, nuestro nivel de vida, no baje ni siquiera una milésima por culpa de estos negros y moros a quienes consideramos inferiores. Como los aristócratas de La Medusa, preferimos cortar las amarras de la balsa que tememos que lastre nuestro futuro. Y con este acto, abandonamos a miles de seres humanos a la desesperación y la muerte.