sábado, 23 de octubre de 2010

La Regla del 5


Uno de los problemas más graves que tenemos a la hora de enfrentarnos a cualquier cosa que suene a Historia es la cronología.
Muchos exámenes, trabajos o actividades que pudieran merecer un 10 por su calidad, redacción, etc., deslucen al no saber ubicarse donde deben. Decir, por ejemplo, que Velázquez vivió en el siglo X es lo mismo que estar a punto de ligarse al tío bueno del barrio y, en el momento crucial, lanzarle en pleno rostro una bocanada de aliento cebollero.
Sin embargo, aunque nos resulta siempre difícil retener fechas, existen algunos trucos mnemotécnicos para salir airosos de este tipo de situaciones: se pueden asociar fechas históricas con fechas de cumpleaños, con estaturas, con números de teléfono, etc. Uno de estos trucos es la “Regla del 5”.
La Regla del 5 consiste básicamente en recordar los acontecimientos más importantes que ocurrieron en los siglos múltiplos de 5:
Así, teniendo claro este esquema previo, es fácil situar de forma aproximada cualquier acontecimiento histórico.
Por ejemplo, aunque no sepamos donde situar el periodo helenístico del arte griego, sí sabemos que es posterior al momento cumbre de este arte y anterior al Imperio Romano. Lo ubicaremos, por tanto, en el siglo III a.n.e., aproximadamente. De igual modo, como sabemos que la invasión musulmana de la Península ocurrió después de la invasión visigoda y antes del apogeo de Al-Ándalus, debemos situarlo, más o menos, en el siglo VIII.
Por tanto, para dominar decentemente la cronología de la Historia no hace falta memorizar como loros, sino, simplemente, hacernos un buen esquema mental con la Regla del 5 y (eso sí) tener bien claro qué es lo que va primero y qué lo que va después (lo que suele llamarse Principio de causalidad).

miércoles, 6 de octubre de 2010

Roma en Toledo

Cuando en clase de Historia de España hablamos de Roma, parece que se trata de un mundo extraño, lejanísimo, algo que no tiene nada que ver con nosotr@s.
Sin embargo, lo romano es parte integrante de nuestra cultura, no sólo en cuestiones tan básicas como el idioma (nuestro hermoso castellano es prácticamente un latín muy modificado), la jurisprudencia, el derecho (nuestro derecho civil se basa en el derecho romano) o la alimentación (la dieta mediterránea tan cacareada es la dieta romana grosso modo), sino que también gran parte del patrimonio histórico-artístico del que sentimos cierto orgullo como toledan@s es netamente romano.
Por ejemplo, en el Barrio de Santa Teresa se conserva aún el solar del Circo Romano (aunque ahora en vez de cuádrigas sólo pasan máquinas segadoras de césped), del que aún pueden contemplarse in situ las escaleras de acceso a las gradas, algunas entradas y el relleno de los muros hecho con el gran invento constructivo romano, el hormigón (llamado opus caementicium).
 En el Casco Antiguo de Toledo también hay importantes restos romanos. Por ejemplo, se conserva el arranque del acueducto que abastecía Toledo y que traía las aguas del embalse de Mazarambroz a través de los terrenos que hoy día pertenecen a la Academia de Infantería. También se conserva la red de cisternas donde se almacenaba el agua (una de ellas, la del Callejón de san Ginés, es conocida por la tradición popular como la Cueva de Hércules).
También merecen una visita las termas romanas, situadas en la Plaza Amador de los Ríos, en las existe un centro de interpretación y a la que haremos, si Minerva lo permite, una excursión extraoficial.
Y saliendo de la capital, también encontramos restos romanos a porrillo: en Consuegra (la Consaburum romana), en Carranque (donde se conservan los mosaicos casi intactos de una villa romana), etc., etc.
No es necesario, por tanto, salir de nuestro entorno para disfrutar de la antigua Roma. En Toledo, cada día es una buena ocasión para dar un paseo por la Historia.